Las culturas políticas, como demuestra la historia de Euskadiko Ezkerra, no forman compartimentos completamente estancos. Los límites entre unas y otras no solo son permeables sino que a veces ni siquiera se pueden percibir con facilidad. No existe una separación radical entre el blanco y el negro, sino una progresiva variación cromática, de gris claro a gris más oscuro, en la que resulta problemático decretar exactamente dónde está la línea fronteriza. Las zonas grises son el producto inevitable de la confluencia de determinados rasgos comunes entre las grandes tradiciones políticas.
Contra lo que se pudiera pensar, los trasvases de militancia entre diferentes movimientos han sido continuos, lo que no significa en absoluto que hayan sido tolerados o bien vistos. En el caso de Euskadi individuos concretos o colectivos enteros han experimentado tránsitos ideológicos entre el nacionalismo y las derechas o las izquierdas (por lo general en sus versiones vasquistas, pero no siempre) y viceversa. Así, se pueden encontrar transferencias bidireccionales entre el abertzalismo más conservador y el tradicionalismo o entre el nacionalismo progresista y el socialismo más autonomista. No por casualidad durante muchos años las filas del PNV se nutrieron principalmente de antiguos integristas, carlistas o fueristas. Aquí nos interesa señalar que también ha sucedido al revés: han sido muchos los vascos que han abandonado su universo ideológico-identitario abertzale para adoptar otro no nacionalista. Una buena muestra ha sido la salida de militantes del PNV para unirse a la derecha no nacionalista, una evolución bastante habitual, especialmente durante la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil. Un ejemplo de paso del nacionalismo vasco al nacionalcatolicismo franquista fue el de Manuel Aznar, abuelo del expresidente del Gobierno José María Aznar, que ha sido estudiado Ludger Mees. El rocambolesco caso del sacerdote Martín de Arrizubieta, nacionalista, franquista, nacionalsocialista y finalmente antifranquista, ha sido analizado por Xosé Manoel Nuñez Seixas. Su vida inspiró la novela de Jon Juaristi La caza salvaje.
En repetidas ocasiones ha sido el descubrimiento del marxismo lo que ha provocado el abandono de la fe abertzale. Se trata de un proceso evolutivo que podríamos personalizar en la biografía política de Tomás Meabe. Hijo de uno de los primeros concejales jeltzales de Bilbao, Meabe llamó la atención de Sabino Arana por su inteligencia. En consecuencia, este le encargó que estudiara las publicaciones socialistas para poder rebatir mejor sus argumentos. El resultado fue una crisis personal que llevó a Meabe a perder la fe en Dios y en la causa nacionalista vasca. En 1902 Tomás abandonó el PNV e ingresó en el PSOE. En 1903 se había convertido en el director del semanario socialista La lucha de clases, al que imprimió su particular sello de anticlericalismo, antinacionalismo (vaso y español) y antimilitarismo. Tomás Meabe se convirtió en un destacado dirigente del PSOE y en uno de los fundadores de las Juventudes Socialistas de Bilbao y de España.
Meabe consiguió atraer al PSOE al doctor José Medinabeitia, un prestigioso intelectual abertzale. Su hermano Santiago Meabe, un aranista radical (firmaba sus artículos como Geyme: «Gora Euskadi y Muera España»), había sido director de los semanarios nacionalistas Patria y Aberri. Acabó apartándose del PNV por reaccionario, militó temporalmente en ANV en 1931, y finalmente pasó al PSOE en 1932. A la misma formación se había unido un año antes Felipe Bizkarrondo, exredactor de Euzkadi y de Acción Vasca.
Durante la dictadura franquista varios sectores provenientes del abertzalismo extremista de ETA experimentaron una evolución ideológica muy similar a la de Meabe, pasando del nacionalismo radical al marxismo (aunque, evidentemente, el contexto y los ritmos eran muy diferentes). Fueron las escisiones obreristas (y no nacionalistas) de la organización etarra: ETA berri (ETA nueva, 1966), Células Rojas (1970) y ETA VI (1970).
El nacionalismo vasco heterodoxo ha sido la otra vía por la que determinados abertzales han avanzado ideológicamente hasta llegar a la izquierda vasca no nacionalista. Al fin y al cabo, los rasgos de la heterodoxia abertzale son difícilmente distinguibles de los del vasquismo. Así, por ejemplo, varios destacados miembros de dicha corriente durante la Restauración, como Francisco de Ulacia o Pedro Sarasqueta, terminaron militando en partidos republicanos en los años 30. Este también fue el caso de un importante sector de Euskadiko Ezkerra, que evolucionó desde el extremismo abertzale de sus orígenes (ETApm y EIA) al vasquismo no nacionalista, tras su convergencia con el PSE para dar lugar al PSE-EE (1993).
BIBLIOGRAFÍA
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