Reseña de «Emoción e identidad nacional: Cataluña y el País Vasco en perspectiva comparada»

imagenGALEOTE, Géraldine, LLOMBART HUESCA, Maria y OSTOLAZA, Maitane (eds.): Emoción e identidad nacional: Cataluña y el País Vasco en perspectiva comparada, París: Éditions Hispaniques, 2015, 355 pp.

El nacionalismo no descarta convencer por medio de argumentos racionales, pero se caracteriza por su capacidad para conmover al receptor de su mensaje, estrategia que en numerosas ocasiones le resulta rentable en términos políticos. Así pues, en mayor medida que otras ideologías, suele apelar a algunas de estas emociones: el sentimiento de pertenencia a un grupo, la solidaridad, el miedo, el revanchismo, el odio al «otro», el deseo de emulación, etc. Para conseguir tal objetivo los movimientos patrióticos utilizan un amplio catálogo de catalizadores: el deporte, los medios de comunicación, la literatura, el cine, la educación, el ocio, el mundo asociativo, las conmemoraciones, las fiestas, las artes plásticas, la construcción de héroes y mártires, la historia, etc.

Para profundizar en el conocimiento acerca del funcionamiento de los nacionalismos, la historia política lleva años acercándose al estudio de muchos de tales catalizadores, evolución en la que se ha enriquecido con los aportes de la historia cultural. Eso es precisamente lo que, en referencia al caso vasco, han hecho una serie de trabajos recientes, entre los que cabe destacar En el nombre de Euskal Herria. La religión política del nacionalismo vasco radical (Tecnos, Madrid, 2009), de Jesús Casquete, y el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco (Tecnos, Madrid, 2012). Si el primero era un profundo y renovador estudio del imaginario bélico de ETA y su entorno, el segundo era un amplio y concienzudo análisis del universo simbólico de todo el movimiento nacionalista desde sus orígenes hasta la actualidad. En él se disecciona el imaginario que comparte dicha cultura política, así como los símbolos privativos de cada facción en que esta se divide (el PNV y el nacionalismo vasco radical), la genealogía de sus más importantes emblemas, sus modificaciones a lo largo del tiempo, la manipulación de la que han sido objeto, su instrumentalización política, etc.

Ahora bien, a pesar de su calidad y su rigurosidad, el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco y otros trabajos elaborados por el grupo de investigación que conforman sus autores representaban el estudio de un caso concreto, cuyos rasgos no necesariamente han de encajar en el molde de otros movimientos. Para extraer algunas conclusiones generalizables era necesario realizar algún tipo de comparación entre distintos movimientos políticos, preferentemente enmarcados en un contexto similar. A esta posibilidad ya se había acercado La celebración de la nación. Símbolos, mitos y lugares de memoria (Comares, Granada, 2012) y ahora se materializa, aunque de manera parcial, dado su carácter más bien compilador, en Emoción e identidad nacional: Cataluña y el País Vasco en perspectiva comparada, obra editada por Éditions Hispaniques de la Universidad de París-Sorbona.

Se trata de una obra colectiva en la que se recogen las aportaciones de una serie de historiadores que en noviembre de 2014 participaron en el Colloque Internationale: Les identités nationales au miroir des émotions. La Catalogne et le Pais Basque en perspective comparée, organizado por Géraldine Galeote, Maitane Ostolaza, Maria Llombart y Santiago de Pablo.

Abre el libro un capítulo introductorio en el que Ludger Mees plantea algunas de las dificultades que surgen al investigador a la hora de establecer la relación entre política y emociones, principalmente debido a la heterogeneidad del objeto y de estos conceptos. La primera sección de la obra versa sobre emociones y prensa. En el apartado inicial Géraldine Galeote escribe acerca del tratamiento mediático de los acontecimientos políticos y jurídicos que rodearon la denominada doctrina Parot y la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, uniéndolo a una reflexión sobre la emoción, la justicia y lo que denomina la “memoria vasca”. El otro capítulo, obra de Severiano Rojo Hernández, nos acerca a la prensa vasca antifascista durante la Guerra Civil española y su intento por presentar la contienda como una guerra de liberación. En el último texto de esta parte, Karim Joutet analiza la importancia que durante la Transición democrática tuvo en Cataluña el voto de los miles de inmigrantes llegados del resto de España y qué estrategias emplearon las fuerzas políticas para atraerlo, como quedó reflejado en los medios de comunicación.

La segunda sección de la obra se ocupa de las narrativas, las conmemoraciones y los lugares de memoria. Maitane Ostolaza escribe acerca de los mendigoizales (montañeros) nacionalistas vascos durante el primer tercio del siglo XX, así como subraya la importancia del paisaje en su particular imaginario. Jordi Roca Vernet indaga en las causas del fracaso de la Fiesta Nacional Catalana y, por el contrario, la consolidación de la Diada a principios de esa misma centuria. El siguiente capítulo, elaborado por Coro Rubio Pobes, trata acerca del simbolismo del día 25 de octubre en la historia vasca y la controversia política que ha suscitado. Jesús Casquete analiza el calendario del nacionalismo vasco radical, ligado a los miembros de ETA fallecidos, así como la manipulación de las emociones con la finalidad de fomentar la violencia. El último apartado, de Maria Llombart, se centra en los espacios de sociabilidad, las élites y los discursos de los nacionalistas catalanes en el exilio tras la Guerra Civil.

La tercera parte del libro está dedicada a la relación entre emociones y género. Comienza con un capítulo de Susana Tavera sobre la construcción de las identidades de género y nacionalista en la Cataluña del primer cuarto del siglo XX. A continuación Leyre Arrieta Alberdi estudia el nacimiento de la organización sectorial femenina vinculada al PNV, las emakumes, y su papel en la consolidación de dicho partido.

La cuarta sección de la obra versa sobre los líderes, los discursos y el carisma, es decir, sobre la capacidad de seducir políticamente mediante las emociones. Comienza con un capítulo de Agustí Colomines i Companys en el que se investiga la construcción simbólica de Prat de la Riba y Lluís Companys, dos de las figuras más significativas del nacionalismo catalán. En el siguiente trabajo José Luis de la Granja explica la veneración a Sabino Arana por parte del nacionalismo vasco, que llega a calificar como necrolatría, esto es, culto a la muerte. Pere Gabriel reflexiona sobre la imagen y la popularidad de Francesc Macià como figura del nacionalismo catalán. Por último, Virginia López de Maturana nos acerca de la divergencia simbólica e histórica entre el nacionalismo vasco y el franquismo a la hora de instrumentalizar una figura compartida por ambas culturas políticas, la del general carlista Tomás de Zumalacárregui.

La quinta parte del libro se ocupa de la música y el cine. El capítulo inicial, escrito por Santiago de Pablo, se centra en el cine, las emociones y la identidad en el País Vasco. El siguiente, de Victoria Llort, analiza la relación entre la música y el nacionalismo catalán desde 1850 a 1930.

La sexta y última sección trata de las emociones deportivas. Carles Santacana dedica su capítulo al caso catalán. El último apartado, escrito por Alejandro Quiroga, analiza la vinculación entre emociones futbolísticas e identidades nacionales en el País Vasco del siglo XXI.

Como toda obra colectiva de estas características, Emoción e identidad nacional: Cataluña y el País Vasco en perspectiva comparada tiene lagunas evidentes. Así, a primera vista llama la atención la ausencia de capítulos dedicados a las figuras del traidor y del enemigo. Se trata de personajes nucleares en las narrativas de (los sectores radicales de) los nacionalismos vasco y catalán, al igual que lo han sido las emociones a ellas ligadas, como el odio. Ahora bien, es comprensible que no haya espacio para todos los elementos que pueblan el imaginario de estos movimientos, pues tratarlos en su totalidad es imposible.

El libro también es desigual en sus capítulos. Hay que señalar que, aunque se trate de casos aislados, alguno de los textos adolece de la necesaria distancia crítica que el historiador ha de guardar con su objeto de estudio. La temática de otros, al menos hasta cierto punto, desentona con la de conjunto, siendo difícil de explicar su inclusión. Sin embargo, la mayoría de los trabajos recogidos Emoción e identidad nacional, escritos por historiadores solventes y rigurosos, se caracteriza por su innegable calidad. Se trata, además, de una obra interesante y muy útil para los estudiosos del fenómeno nacionalista, ya que la perspectiva comparada arroja luz sobre algunas facetas que, hasta el momento, apenas estaban estudiadas. Solo cabe desear que la comparación se amplíe a otros movimientos similares.

Gaizka Fernández Soldevilla

Esta recensión ha aparecido en el último número de la revista Historia Contemporánea.

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