Hoy se ha ido un hombre grande y ejemplar, Fernando Altuna. Les sonará: fue una de las cuatro víctimas del terrorismo, de Covite, que valientemente se enfrentaron a los radicales en Alsasua hace unos meses. ETA asesinó a su padre cuando era un niño, pero también se llevó una parte de él. Algunas heridas ni se ven ni se curan nunca. Aquella bala etarra ha matado a dos generaciones de Altuna, prueba de lo peligroso que es pasar página sin haberla leído, como algunos desean que hagamos, fingiendo que aquí nunca pasó nada. La última vez que vi a Fernando, creo que fue en San Sebastián, me pidió que le llamase cuando bajara a Madrid para tomarnos un café y charlar tranquilamente. Fui un par de veces a la capital, pero estaba demasiado ocupado con otras cosas y lo dejé para más adelante. No saben lo que me arrepiento ahora. Te debo un café, Fernando. Gracias por todo.