GFS: «Tres años del fin de ETA», El Correo, 3-V-2021

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El 3 de mayo de 2018 Josu Ternera y Anboto leyeron el comunicado de despedida: “ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”. Al día siguiente bastantes muros del País Vasco y Navarra aparecieron pintados con lemas como “Eskerrik asko, ETA. Garaipenera arte” (Gracias, ETA. Hasta la victoria).

Aquella escenificación trataba de disimular una verdad incómoda para la banda. Unos meses antes ETA había hecho circular entre sus simpatizantes una Comunicación Especial, hasta ahora inédita, sobre su autoliquidación en la que, poniendo la venda antes que la herida, hacía una advertencia: “Que nadie (…) desfigure estas decisiones o las sitúe en el esquema de ganador y perdedor”. No obstante, era inevitable situarlas en tal esquema. “Comprobamos que para el Estado español la confrontación armada era llevadera, y que no estaba dispuesto a negociar”, se lamentaban los terroristas. “Largas décadas de confrontación armada y la represión de los últimos años provocaron en nuestra base un agotamiento político y desgaste social, pero también en la sociedad vasca”.

No es el único documento interno en el que ETA confesó su fracaso. “Está claro que a medida que el conflicto armado ha evolucionado, la eficacia de la lucha armada ha cambiado y se ha desgastado”, se leía en las páginas de su último Zutabe. “Está a la vista que todavía nuestros objetivos no se han cumplido”.

Después de más de 3.500 atentados, 853 asesinatos, 2.632 heridos, 86 secuestrados y un número desconocido de amenazados, exiliados y damnificados económicamente, ETA no había alcanzado su meta fundacional: transformar Euskadi en un estado independiente, socialista y monolingüe en euskera que se anexionara Navarra y el País Vasco francés.

La democracia había prevalecido. Por un lado, era evidente que la sociedad vasca rechazaba la violencia. No solo en las encuestas: el movimiento pacifista y cívico había recuperado la calle. Por otro, la Ley de Partidos (2002) dejó fuera de las instituciones al brazo político de la banda y sus siglas herederas. En 2009 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ratificó la ilegalización de Batasuna. Aquel escenario facilitó el crecimiento de Aralar, un partido independentista que condenaba el terrorismo, lo que alarmó a la “izquierda abertzale” ortodoxa. Por añadidura, la eficaz actuación policial a ambos lados de la frontera fue desmantelando los comandos, los aparatos y las cúpulas de ETA, lo que dejó a la organización inoperante, falta de “santuario”, sin líderes experimentados y con disidencias internas. Su dirección constataba en 2004 “una preocupación generalizada entre los militantes debido a la falta de ekintzas”. De acuerdo con un informe de Florencio Domínguez, de 2000 a 2011 fueron arrestados 1.415 presuntos miembros o colaboradores de ETA. Entre 1999 y 2011 las FCSE incautaron 1.545 armas de fuego, 811 granadas y 23.881 kilogramos de explosivo.

La relación entre la banda y su anteriormente servil entorno se fue tensando hasta que estalló la crisis. Si bien la organización seguía apostando por la violencia, el sector mayoritario del nacionalismo radical deseaba volver a la arena pública. ETA intentó paralizar el debate sobre su continuidad con un atentado en las torres Kio de Madrid en enero de 2010, pero fue frustrado por la Guardia Civil. Tras aquel fiasco, los terroristas entraron en un “parón técnico”. En ese contexto hay que entender las declaraciones que el líder abertzale Tasio Erkizia realizó en junio de aquel mismo año: “hay más razones que nunca para la lucha armada, pero menos condiciones objetivas y subjetivas”. ETA no podía más. En octubre de 2011 anunció el “cese definitivo de su actividad armada”.

Desde aquel momento la banda y sus satélites intentaron edulcorar su derrota presentándola como una decisión unilateral. De ahí que en abril de 2017 orquestaran la “entrega” de unas pocas armas. En su Comunicación Especial ETA se congratulaba de que así “ganó el relato del desarme, alejándose del esquema de vencidos y vencedores y ganando la batalla de la voluntad”. Sin embargo, aquella pantomima no engañó a nadie que no quisiera ser engañado: el desarme de la banda ya lo habían llevado a cabo las FCSE.

Al año siguiente lo que quedaba de ETA se fue por el sumidero de la historia. Excepto un puñado de nostálgicos, nadie la echa de menos. Ahora bien, nos dejó un legado envenenado: el discurso del odio, los ongi etorris, la exaltación de los terroristas, la manipulación de la historia, el olvido, el sectarismo, el miedo a hablar de política, la presión contra los miembros de las FCSE y sus familias, los transterrados y el dolor de las víctimas. Es un reto difícil, pero debemos afrontarlo.

Fuente: El Correo

1 comentario

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Una respuesta a “GFS: «Tres años del fin de ETA», El Correo, 3-V-2021

  1. abc

    Como lector de alguno de sus libros, le felicito por su labor historiográfica, pero también ética, al poner la génesis y consecuencias del fenómeno ETA en su justo punto, sin las monsergas pseudo-justificadoras tan socorridas. De ETA tuvieron la culpa los etarras, que libre e irresponsablemente decidieron asesinar sistemáticamente y de manera cada vez más indiscriminada a sus enemigos «étnicos» como un episodio más de esa guerra inventada entre «vascos» y » españoles», que los nacionalistas radicales remontan a la noche de los tiempos. Nos han invadido; debemos combatirles. Simplismo que deriva en terrorismo. Es impresionante observar la falta total de verdadera autocrítica de estos criminales y sus palmeros. Cuando había atentados decían acciones; ahora que ya no hay atentados no dicen nada: hablan de «personas presas» (sic) sin mencionar en ningún momento los delitos gravísimos que les enviaron muy justamente a la sombra. ¡Cuánto eufemismo, victimismo y martirologio para encubrir todo tipo de delitos! En el fondo, no pueden estar muy conformes con su propia conciencia, en la medida en que la tengan, y deben refugiarse en los tópicos patéticos de siempre. Resulta impresionante la ausencia total de pensamiento libre en esta subcultura del nacionalismo vasco radical. Son totalitarios de manual. Siempre dicen lo mismo y hasta con las mismas palabras y expresiones. Por motivos personales he tenido algún contacto con personas de este entorno. Puedo certificar que se trata casi de una secta. Y es sabido que con los sectarios resulta imposible razonar en términos lógicos. Ellos están en el camino de la verdad y el bien: independentzia; tú eres un engañado por la propaganda fascista de Madrid etc etc. Nada que hacer en este terreno. Por lo demás, como usted bien apunta, nada han logrado con la práctica terrorista: ahora no hay más independentistas en Euskadi que en 1980, las fronteras siguen donde estaban y Navarra no parece que arda en deseos de ser una sucursal del nacionalismo vasco. Lo del socialismo vasco a mí siempre me olió a nacionalsocialismo. Tampoco parece que el venerable euskera pueda sustituir como lengua de uso cotidiano al español o francés. Larra decía allá por 1830: ha desaparecido la inquisición, pero la mentalidad inquisitorial tardará mucho más en hacerlo. Creo que lo mismo se puede decir de Euskadi: ETA ha desaparecido, es por fortuna historia (negra), pero el radicalismo étnico que la engendró ahí sigue, con buena salud electoral y dispuesto a dar lecciones de derechos humanos a todo quisque, lo que resulta de un cinismo desarmante. Supongo que el tiempo los irá limando.

    Un cordial saludo.

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