Carmelo Landa y José Ignacio Aranés: «In memoriam. Patxo Unzueta», Mario Onaindia Fundazioa

In memoriam

Patxo Unzueta:

«La vida y nada más»

Carmelo Landa Montenegro

José Ignacio Aranes (*)

Quienes lean el título que encabeza este texto quizás reconozcan, en el entrecomillado, algo que resuene y cuyos ecos les conduzcan al periodista Patxo Unzueta (Bilbao: 1945-2022). Ese «algo» son las palabras, las palabras con las que Patxo tituló su pieza, dedicada a la memoria de Mario Onaindia, tras su fallecimiento. Se publicó en El País, el 1 de septiembre de 2003. «Mario Onaindia: la vida y nada más», así compuso la titulación de su necrológica. Llena de vida.

Como era consustancial en Patxo Unzueta, las palabras que eligió para titular su artículo sobre Mario Onaindia (Bilbao: 1948 / Vitoria-Gasteiz: 2003) poseían una brillantez escueta y un riguroso e interesante anclaje documental. Siempre el trabajo informativo y el respeto a las fuentes (fiables y contrastadas): a lo que revelaran, contaran y pudieran significar, a su sentido…

En este caso, además, las palabras procedían de alguien a quien admiraba desde la cercanía: un librepensador; que era «fuente» sobresaliente de ideas y testimonios, y también –y sobre todo– «protagonista» excepcional (hombre de acción). Y que, desde décadas atrás, se había destacado, a contracorriente y avant la lettre, por (saber) analizar, pensar y explicar lo que había vivido –y estaba viviendo, en los años más duros– la sociedad vasca. Alguien que se había singularizado por (atreverse a) actuar, disentir y comprometerse por la defensa de la libertad en lo político e ideológico, en lo ético, en lo cultural y en lo existencial.

Patxo Unzueta, apenas tres años mayor que él, era profundo conocedor de lo apuntado, discreto y plenamente consciente. Acaso empezase a atisbar ese potencial –todo por venir– en la tertulia del Café La Concordia, donde le introdujo el periodista Luciano Rincón, en torno a 1966, según escribe en su libro Bilbao (recorrido personal por la ciudad: su historia e imaginarios). Allí, en la tertulia, conoció a Onaindia, además de a Blas de Otero, Gabriel Aresti, Agustín Ibarrola, Gabi del Moral, Dionisio Blanco, Emiliano Serna, Vidal de Nicolás, Ángel Ortiz Alfau y Gregorio San Juan. Una escuela: academia de las letras.

Con maestría periodística, por su parte, Patxo decidió recuperar algunas de las palabras que Mario Onaindia utilizó para presentar su libro: El precio de la libertad. Memorias (1948-1977). Lo hizo de modo certero. Aplicó su criterio: documentado y hermenéutico, según era característico en su labor periodística, tantas veces desplegada: con estilo sobrio, visión multifocal (de detalle y largo alcance), honestidad intelectual y compromiso ético, como condiciones indispensables.

Así, con esas premisas, planteó Patxo el párrafo de inicio: «“Nosotros nos jugamos la vida”, dijo [Mario Onaindia] cuando ya finalizaba su intervención en la presentación del primer tomo de sus memorias, el 2 de marzo de 2001, y algo debió removerse en su interior, porque al decirlo se le quebró la voz. Hubo un largo, angustioso silencio, al final del cual solo añadió esto: “Y nada más”. Esa vida que el franquismo intentó arrebatarle en 1970, a sus 22 años, condenándole a la pena capital en el juicio de Burgos, cuando era miembro de ETA, y que ETA amenazó en los últimos años, obligándole a vivir con escolta policial, esa vida de Mario Onaindia se extinguió ayer en Vitoria».

Meses después de este artículo, cuando se publicó, póstumamente, el segundo tomo de las memorias de Mario: El aventurero cuerdo. Memorias (1977-1981), pudo leerse el prólogo escrito por Patxo Unzueta: «El largo viaje de Mario Onaindia». Magnífica muestra del articulismo que practicaba en sus diversas modalidades, recogidas en diarios, revistas y libros: piezas editoriales, ensayos breves, artículos, columnas, reseñas, textos prólogo… Periodismo de opinión que fue completado con dominio y excelencia mediante subgéneros fronterizos, de larga tradición, como el reportaje y la crónica (destacadamente la deportiva, esto es: la futbolística, con su Athletic).

En este prólogo Patxo rememora el acto de entrega del Premio de la Fundación José Luis López de Lacalle que recibió Mario Onaindia en 2003, a través de la evocación que Mario hizo de la película de John Ford: El hombre que mató a Liberty Valance (1962). Quería «ilustrar su idea de que no hay libertad sin ley».

Los galardonados anteriores con esta distinción –en memoria del periodista José Luis López de Lacalle (Tolosa: 1938 / Andoain: 2000), asesinado por ETA– habían sido Antonio Elorza (Madrid: 1943), en el año 2001, y un año después, Joseba Arregi (Andoain: 1946 / Bilbao: 2021). A los pocos meses del fallecimiento de Mario, fue Patxo Unzueta quien recibiría en mayo de 2004 este reconocimiento por su compromiso y su labor permanente en interpretar y descodificar el país, y contribuir a la movilización democrática de sus ciudadanos. En palabras de Ignacio Latierro, Patxo pertenecía «a la raza de los que no se callaron».

Emocionado, Patxo sintió recibir el premio en nombre de «los verdaderos periodistas vascos». De un lado, «los que escribían entonces en las revistas clandestinas, los panfletos y las hojas volanderas impresas a multicopista» (en recuerdo de Ricardo Arregi, hermano de Joseba) y, de otro lado, «quienes han sufrido el acoso y la persecución de la violencia».

Asimismo, se acordó de quienes le precedieron en el fallo de la Fundación: «tres disidentes; cada uno en lo suyo». A su juicio, Onaindia representaba la acepción del concepto de disidencia en la que el propio Patxo se reconocía: «el que está en desacuerdo, pero sigue», porque, «estando en desacuerdo», procura «convencer a su cofradía de que hay otras ideas».

Aquel día, Patxo rubricó su evocación de Onaindia con esta reflexión: «Mario es el ejemplo vivo contra las visiones dogmáticas de la identidad vasca. […]. Reúne en su biografía la diversidad de las identidades personales que se dan dentro de las propias familias vascas –[…]–, pero con un hilo conductor en la defensa de la libertad».

Cinco décadas de periodismo comprometido

Patxo Unzueta desarrolla y forja su carrera periodística en Prensa escrita, en períodos sumamente difíciles y de alta densidad histórica. Nada menos que cinco décadas de su vida. La primera (1967-1977), encuadrada en publicaciones de partido (LKI), como redactor y director de Zutik y Combate. Inicia diversas colaboraciones en medios como las revistas Punto y Hora de Euskal Herria y Berriak, o con Diario 16 y el semanario Cambio 16 en la delegación vasca (1977-1978). Accede a la corresponsalía de El País en Bilbao (1978-1986). Y desde entonces, hasta jubilarse, trabaja en la sección de Opinión de esta cabecera (1986-2017), en la que es editorialista, tras la etapa de su compañero y amigo Javier Pradera (San Sebastián: 1934-2011). Conexas a esta última etapa de su dilatada trayectoria periodística, con centenares de artículos y piezas editoriales en torno a la actualidad vasca, se encuentran sus escritos en revistas de análisis, pensamiento y cultura, entre otras: Claves de razón práctica y Cuadernos de Alzate.

Justamente, alguien tan autorizado y próximo a Patxo como Javier Pradera, define y sitúa con acierto las características de su trabajo articulista: «combinación de rigor informativo, capacidad de análisis, coherencia de la argumentación, serenidad de juicio y economía de escritura». Sus artículos, sostiene Pradera en el marco de la década avanzada de los ochenta: «[…] se inscriben en ese mismo esfuerzo por liberar a los vascos de la pesada carga formada por el fanatismo, la ignorancia y la mala conciencia. Esa tarea es una condición necesaria, aunque desgraciadamente no suficiente, para la creación de un sistema de valores compartidos que pueda vertebrar a Euskadi sobre la base de un conocimiento no mitológico de su pasado y de la aceptación del pluralismo –idiomático, cultural, ideológico y político– de la sociedad vasca».

Estas palabras proceden del Prólogo que abre el libro de P. Unzueta, editado en 1987: Sociedad vasca y política nacionalista. Con dedicatoria a su mujer Carmen Basauri, reúne ensayos y artículos –«de contenido y enfoque preponderantemente políticos»– publicados en su mayoría en El País (desde octubre de 1979 a mayo de 1987).

«Patxo» –seudónimo que le asignó Izaskun Larreategui, según lo recuerda en un pasaje de su obra Bilbao– disponía de una memoria portentosa que le permitía retroceder en el tiempo y recuperar aspectos significativos como el episodio de iniciación que cuenta en esas páginas. Rememora cómo respondió, de niño, a la persona que le preguntó, «en el almacén de coloniales», ubicado enfrente de la Estación del Norte: ¿quién era y qué edad tenía? «Decidí convertirme en mí mismo. […] Respondí, y al salir me repetí a mí mismo: “Me llamo José Luis Unzueta y tengo seis años. Siempre recordaré este día”» [sic].

Esa conciencia –insólita por prematura en su lucidez– quedó confirmada con el tiempo y la memoria de Patxo. Transcurridos cuatro decenios: «ese instante se me revela con enorme claridad como el inicio de algo»…

Podría pensarse que una parte esencial de lo que vino después ya estaba de alguna manera anunciada por esa afirmación precoz de personalidad, esa voluntad audaz para «ser» y para «saberse» (la mismidad), esa construcción discursiva de la propia identidad (el valor de las palabras), esa aptitud para el autoconocimiento y la interiorización, ese criterio para evaluar la importancia de un hecho inaugural.

Memoria, conciencia, criterio, honestidad, determinación, audacia, identidad, facultad discursiva, estilo: varias de las condiciones para el (buen) periodismo.

Periodismo, el suyo, de autor, con análisis, de y con opinión, pero sostenido con el conocimiento y el aporte de datos y referencias. Con la capacidad para incorporar la perspectiva diacrónica sobre la realidad, que posibilita identificar las conexiones por las que «las cosas» suceden (los orígenes, las causalidades y las razones…), y también reconocer las consecuencias generadas… Con la mirada integral, también en cuanto al tiempo: la retrospectiva (hacia el pasado) y la prospectiva (hacia el futuro), sin perder la percepción del presente (su descripción y análisis). Con la focalización sobre el contexto y sobre quienes intervienen en la «historia» y en la «intrahistoria»: como actores principales y secundarios, como vencedores y víctimas, en primer plano y en la sombra. Con la capacidad selectiva para desbrozar la sobreabundancia informativa, esclarecer la visión y situar las balizas para orientarnos. Con la humanidad para la compasión y los afectos, sin alardes ni afectación alguna… Y con el talento para contarlo: exponerlo y explicarlo.

Al cabo, un tipo de periodismo –el que ejercía con pasión, coraje y esfuerzo–, tan infrecuente como valioso y necesario en unos tiempos («líquidos») que, cada día, lo requieren de forma más imperiosa, conforme al grado de complejidad con el que hemos de convivir individual y colectivamente.

Y ese grado, desde luego, hoy es notable y creciente, a nada que tengamos en cuenta aspectos como los que se constatan: la revolución digital, la sustitución o transformación de paradigmas; la aceleración de los cambios (en los sectores y ciclos de todo orden); la quiebra o cuestionamiento del concepto de «progreso», del modelo de «crecimiento»; la crisis múltiple (climática, energética, pandémica y alimentaria de índole global, con hambrunas y migraciones masivas); la guerra y los conflictos internacionales; la polarización maniquea y excluyente; los populismos exacerbados; el desafío ante el que se enfrentan los sistemas de gobernanza (por revisar); la precarización profesional y laboral; la creciente desigualdad; la pérdida de certidumbres, el desánimo y el miedo individual y colectivo; la extensión del narcisismo, el exhibicionismo egocéntrico y la banalización; la memoria corta o desmemoria…

A ello se suman, en lo concerniente a los propios medios informativos y el periodismo, las dificultades que afrontan desde hace unos años, todavía en complicado proceso de búsqueda y renovación, para encontrar su lugar y función, su modelo de negocio y misión, desplazados o sustituidos por los nuevos entornos digitales, las redes sociales y las prácticas comunicativas…

Consenso sobre los hechos y disenso sobre las opiniones. Posiblemente, Patxo Unzueta suscribiría esta idea central del periodista Lluís Bassets, vinculado también de manera estrecha a El País, junto a las palabras rotundas que recogemos de su libro: El último que apague la luz. Sobre la extinción del periodismo (2013). «No hay sociedad democrática sin consenso compartido sobre hechos verificables y sin disenso sobre las opiniones que merecen estos hechos. La muerte pelona del periodismo es esa paradoja que vivimos ahora cuando nos quieren hacer creer que las opiniones son sagradas y los hechos discutibles. Adentrémonos pues en lo que sustituirá al periodismo del futuro en el ciberespacio con la vieja moral de los buenos reporteros y su exigencia de una férrea disciplina de la verificación. Pronto habrá que decir adiós a la vieja nave de papel. El último que apague la luz».

Con todo, y según comporta cualquier reto, a nuestro juicio, el periodismo se encuentra ante la oportunidad (y la necesidad) de adaptarse y aprovechar las posibilidades de los nuevos medios: el desarrollo de lenguajes, narrativas y códigos, la renovación y experimentación con otros formatos y fórmulas. Sin duda, este empeño habría de hacerse con las exigibles condiciones profesionales (recursos y tiempo) que superen la precariedad y promuevan la práctica del periodismo riguroso, el periodismo de investigación, el periodismo explicativo que cultivó Patxo Unzueta hasta su último texto publicado, el 17 de mayo de 2020, en El País, con soberbio título para un memorioso: «Cosas que no olvidé».

De este modo, el periodismo podrá sustentarse en las miradas omnicomprensivas, capacitadas para percibir y entender la complejidad, para investigar, desvelar e informar con solvencia de las zonas de sombra, para mostrar y denunciar los abusos de poder, para contribuir a establecer diagnósticos y propiciar vías de exploración e intervención que nos acerquen a una sociedad más saneada, justa y libre…

Donación valiosa al Archivo de Mario Onaindia Fundazioa

Tras la decisión de fijar su residencia definitiva en Bilbao y acometer el traslado de su archivo y biblioteca personales desde Madrid, Patxo mostró su disposición generosa con la Fundación Mario Onaindia –a la que estaba vinculado como socio desde su constitución en 2009– cuando, en octubre de 2019 y agosto de 2020, entregó a la Fundación una parte de la documentación que conservaba. En una persona que concebía la base documental como un principio de trabajo inexcusable, su entrega adquiere un valor añadido que deseamos remarcar.

Gracias a este doble gesto de Patxo –con la asistencia necesaria de Carmen, su compañera de vida– se enriquecieron los fondos documentales del Archivo Histórico de MOF (en su sede de Zarautz) y se pudieron rescatar publicaciones con textos de Mario (como sus colaboraciones en castellano y euskera, de 1986, para la revista cultural Arbola), en el marco de la iniciativa de la Fundación de recopilar los ejemplares originales del conjunto de su obra.

La donación, valiosa y considerable en materiales, comprendió documentos de archivo, diarios, libros y, sobre todo, revistas, de particular interés para el estudio de la Transición política y el período democrático y autonómico vasco. Cabe citar, como ejemplo de las publicaciones dispares que facilitó, varios números de Erri. Revista semanal ilustrada (PC de Euzkadi, 1937), el primero de Eup! Semanario vasco de los deportes (1978) o su colección –incompleta– de Crónica. Boletín de documentación y actualidad (Vasco Press, 1997-2015: 222 ejemplares).

De forma adicional, la entrega de Patxo reforzó el Programa de Donaciones que MOF desarrolla anualmente desde 2015, ya que, con la aprobación de Patxo, algunas monografías y revistas depositadas en Zarautz –las alejadas de las áreas temáticas preferentes de la Fundación– fueron a su vez donadas a otras entidades y centros documentales de Euskadi: las bibliotecas de la UPV / EHU y de la Universidad de Deusto, la Biblioteca Foral de Bizkaia, la Biblioteca Municipal de Bilbao, la Fundación Sancho el Sabio, la Fundación Ramón Rubial, Gernikazarra Historia Taldea, el Museo de Bellas Artes de Bilbao o Athletic Club Museoa.

Asimismo, pero desde una vía diferente, el Archivo Histórico de MOF custodia otro corpus documental de Patxo. Se trata de documentos que en su día se incluyeron en el «Fondo Departamento Historia Contemporánea de la UPV / EHU» y que posteriormente se integraron en el «Archivo de la Memoria Histórica de Euskadi» (AMHE), proyecto archivístico-documental de la Fundación sobre la actividad de las organizaciones antifranquistas del País Vasco durante la dictadura franquista y la Transición. De este grupo resaltamos los escritos firmados por A. Buendía, el seudónimo que Patxo empleó durante sus años de clandestinidad.

En suma, la presencia de manuscritos, libros y revistas de Patxo Unzueta en Zarautz evidencia la colaboración que quiso mantener con la fundación que lleva el nombre de quien fue «una de las personas más buenas y generosas» que conoció y «el mejor de los amigos»: Mario Onaindia, según confesó en su artículo de despedida.

Parafraseando el título de su última pieza publicada: «Cosas que no olvidé», tampoco (te) olvidarán quienes te leyeron y conocieron.

In memoriam. Patxo Unzueta: «La vida y nada más». •

    Libros de Patxo Unzueta: referencias bibliográficas (1986-2011)   Los títulos que a continuación se reseñan, únicamente en su primera edición, conforman la relación de libros que Patxo Unzueta publicó, incluidos los de autoría compartida. Este ejercicio bibliográfico representa, por nuestra parte, un mínima y obligada contribución a lo que podría convertirse en la recopilación progresiva del conjunto de su obra, procedente de: monografías, revistas, prensa diaria y otras publicaciones.     ARANZADI, Juan; JUARISTI, Jon, y UNZUETA, Patxo (1994): Auto de terminación. (Raza, nación y violencia en el País Vasco). El País / Aguilar, Madrid, 273 págs. Serie: El Nuevo Siglo. Prólogo: Javier Corcuera Atienza. Epílogo: Jon Juaristi e Iñaki Viar.   BARBERÍA, José Luis, y UNZUETA, Patxo (2003): Cómo hemos llegado a esto. La crisis vasca. Taurus, Madrid, 367 págs. Serie: Pensamiento (Taurus). Infografía: Tomás Ondarra.   LEGUINECHE, Manu; SEGUROLA, Santiago, y UNZUETA, Patxo (1998): Athletic 100. Conversaciones en La Catedral. El País / Aguilar, Madrid, 229 págs. Prólogo: Alfredo Relaño.   UNZUETA, Patxo (1986): A mí el pelotón. La Primitiva Casa Baroja, San Sebastián, 208 págs. Prólogo: Elías Querejeta.   (1987): Sociedad vasca y política nacionalista. El País, Madrid, 303 págs. Serie: En el País, n.º 20. Prólogo: Javier Pradera.   (1988): Los nietos de la ira. Nacionalismo y violencia en el País Vasco. El País / Aguilar, Madrid, 285 págs. Prólogo: Jorge Semprún.   (1990): Bilbao. Destino, Barcelona, 209 págs. Serie: Nuestras Ciudades, n.º 5. Ilustraciones: José Ibarrola.   (1997): El terrorismo. ETA y el problema vasco. Destino, Barcelona, 93 págs. Serie: ¿Qué era? ¿Qué es?, n.º 8. Prólogo: Rosa Regàs.   (2011): A mí el pelotón y otros escritos de fútbol. Córner, Barcelona, 247 págs. Prólogo: Santiago Segurola.    

 

(*) Carmelo Landa Montenegro y José Ignacio Aranes forman parte de DOKU: equipo profesional que aborda proyectos de documentación, investigación y edición. Desde 2012 colaboran y prestan asistencia técnica a Mario Onaindia Fundazioa en la gestión de su Archivo Histórico. Asimismo, junto a Manu Gojenola Onaindia, continúan actualizando el Catálogo de la obra publicada de Mario Onaindia (1970-2020), trabajo de investigación documental que registra más de 30 años de escritura amplia y plural –respecto a publicaciones, temas, géneros e idiomas– en consonancia con el carácter fecundo y polifacético del autor.

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