En su ya célebre conferencia pronunciada en 1919 ante estudiantes alemanes, que se encontraban todavía bajo el impacto causado por el vendaval de pasiones políticas generadas a raíz del establecimiento de la República Soviética de Baviera y su violenta represión posterior, el sociólogo Max Weber se esforzó por expicar a sus jóvenes oyentes qué era, en su opinión, un buen político. Éste, básicamente, debía buscar un equilibrio entre la ética de la convicción y de los principios, por una parte, y la ética de la responsabilidad, por otra. Frente a un mal político oportunista, que entiende y desempeña su labor como un mero instrumento para la conquista o la consolidación del poder, el auténtico político, en cambio, trabaja con ahínco y pasión por la realización de sus principios. Pero para evitar el peligro de que esta lucha por los principios se convierta en un mero combate ideológico «irreal» y sin nexo con los intereses reales de la sociedad, el político debe pasar su pensamiento y su actitud de forma permanente por el filtro de la ética de la responsabilidad, preguntándose por las consecuencias de sus decisiones y estando dispuesto a asumirlas personalmente.
Ludger MEES, José Luis de la GRANJA, Santiago de PABLO y José Antonio RODRÍGUEZ RANZ (2014): La política como pasión. El lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960), Madrid, Tecnos, p. 631.