40º aniversario del asesinato de Félix de Diego, el compañero de José Antonio Pardines

33El 7 de junio de 1968 dos jóvenes miembros de ETA, Txabi Echebarrieta e Iñaki Sarasketa, se dirigían en un Seat 850 robado a Beasain por la carretera Madrid-Irún. Ambos iban armados. Debido a unas obras en un puente de la Nacional I, tuvieron que coger un desvío que pasaba por la localidad de Aduna. Allí se encontraban regulando el tráfico los guardias civiles Félix de Diego y José Antonio Pardines. Sobre las 17:30 el automóvil de Echebarrieta y Sarasketa pasó por delante de Pardines, quien los siguió en su motocicleta y les hizo señas. El Seat se detuvo a la altura del kilómetro 446,5, junto a la yesería Izaguirre. El agente pidió el permiso de circulación. Con él en la mano derecha, pudo comprobar que los datos no coincidían con el número del bastidor. Expresó su extrañeza en voz alta. Fueron sus últimas palabras antes de ser asesinado. Recibió cinco tiros en el torso. Las pruebas indican que tres balas salieron de la pistola de Echebarrieta y dos de la de Sarasketa, pero este último jamás admitió haber disparado.

La primera víctima de ETA se llamaba José Antonio Pardines Arcay. Se trataba de un joven de 25 años, natural de Malpica de Bergantiños (La Coruña), apasionado del fútbol y las motocicletas. Hijo y nieto de guardias civiles, en su hoja de servicios consta que llevaba poco más de un lustro sirviendo en el cuerpo. Había pasado por Barcelona y Asturias. Después de especializarse como motorista, fue trasladado a San Sebastián. Allí conoció a una chica, Emilia, con la que tenía previsto casarse. No lo hizo. ETA le rompió la vida.

Félix de Diego ni siquiera fue consciente de lo que había sucedido hasta que, como refleja su testimonio en la causa judicial, fue «informado por el ocupante de un turismo que marchaba dirección San Sebastián, que su compañero de pareja había sufrido un accidente». Como reconoció, «perdía en ocasiones la vista a su compañero y tampoco pudo oír los disparos».

Más de una década después, el 31 de enero de 1979, el propio Félix de Diego fue asesinado por dos pistoleros de ETA militar en el bar Herrería de Irún, propiedad de la familia de su esposa. Había pasado a la reserva después de sufrir un accidente de motocicleta en 1977. También padecía un cáncer terminal de riñón que lo tenía impedido. La banda terrorista justificó el atentado acusando a Félix de Diego de ser un confidente policial, algo absurdo, dado que la víctima, aunque ya no estaba en activo, seguía perteneciendo a la Guardia Civil. Los etarras desconocían ese dato y, por consiguiente, que hubiese sido el compañero de Pardines. De Diego dejó viuda y cinco hijos. Le habían arrebatado la vida dos miembros de ETA militar: Luis María Marcos Olaizola y Fernando Arburua (Igeldo). El primero disparó una vez a Félix de Diego, pero se le encasquilló la pistola. Le remató de seis tiros Arburua, quien en el momento de cometer el crimen ejercía como sacerdote católico. Acabó colgando los hábitos, pero sigue militando en el nacionalismo radical y nunca se ha arrepentido.

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