Mohamed Ahmed Abderramán

La viuda de Mohamed Ahmed Abderraman mira un retrato de la época. /DV
Fuente: Diario Vasco


Gracias a la vigilancia practicada por sus colaboradores, el comando Goiherri Costa sabía que en el peaje del kilómetro 5 de la autopista A-8, Bilbao-Behovia, a la altura de Irún, solía colocarse un retén de la Policía Nacional. La finalidad de este control, según reza la sentencia, era «proteger los vehículos franceses que transitaban por ella». Como recuerdan los autores de Vidas rotas (2010), «desde hacía algunas semanas habían comenzado a ser ametrallados por miembros de ETA como respuesta a las primeras extradiciones concedidas por el Gobierno de París. Los terroristas se emboscaban en los laterales de la autopista y tiroteaban a los camiones del país vecino».

En la noche del 23 de noviembre de 1984 los integrantes del comando, armados con cinco fusiles de asalto Cetme y un lanzagranadas, «se apostaron, ocultos en la maleza del monte, junto a la autopista». El paraje en el que prepararon la emboscada se llamaba Ventas de Irún. Siguiendo la rutina habitual, llegó a ese punto de la autopista el furgón policial, con un cabo y cuatro números. Cuando los agentes descendían del vehículo, relata la sentencia, los terroristas «lanzaron una granada de las llamadas “anti-carro”, que alcanzó de lleno a Mohamed Ahmed Abderramán, número de la citada policial, al que destrozó causándole la muerte instantánea, abriendo fuego, acto seguido sobre el resto de la dotación, alcanzando al policía Carlos Mota Organero, quien sufrió lesiones de tal envergadura que tardaron en curar 456 días, quedándole secuelas permanentes que le incapacitan para el trabajo habitual».

Tras el ataque, los miembros del comando huyeron al monte. Algunos se refugiaron en el domicilio de una simpatizante de ETA. Otro, legal, es decir, no fichado por las FCSE, se dedicó a trasladar a sus compañeros ilegales a un lugar seguro. Y después se fue a trabajar como si no hubiera pasado nada.

En junio de 1989 fueron condenados por el crimen los etarras José Antonio López Ruiz y José Miguel Latasa Guetaria, que durante el juicio reconocieron «con frialdad de ánimo la paternidad de los hechos». En un proceso posterior, que tuvo lugar en julio de 2002, también fue encontrado culpable del atentado Miguel Ángel Gil Cervera, que había sido entregado por Francia. Al contrario que sus compañeros de comando, se negó a contestar a las preguntas que le hicieron.

Nacido en Ceuta 37 años antes, Mohamed Ahmed Abderramán estaba casado con Aixa Ben Mohamed Dris. Tenían tres hijos y estaban esperando el cuarto, que nació dos meses y medio después del asesinato. En Vidas rotas se cuenta que «Mohamed no tenía servicio esa noche, pero había pedido voluntariamente hacer ese turno porque de esa forma podía llegar a su domicilio a tiempo para llevar al médico a su hija Hamo, enferma con parálisis cerebral». Precisamente había solicitado el traslado al País Vasco «para conseguir los pluses extras que cobraban los policías por peligrosidad y poder pagar los gastos médicos de su hija enferma».

Este texto es un fragmento del libro El terrorismo en España

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