En el último número de Historia del Presente (nº 20, 2012) aparece una recensión escrita por un servidor sobre el más que interesante y recomendable libro:
-SANTIAGO DE PABLO, JOSÉ LUIS DE LA GRANJA, LUDGER MEES Y JESÚS CASQUETE (Coords.): Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco. Madrid, Tecnos, 2012, 899 pp.
He aquí el texto:
El nacionalismo (sea cual sea la patria en cuestión) apela directamente a las pasiones y los sentimientos del ciudadano: por ejemplo, la propia identidad territorial o, en sus casos extremos, el odio al «otro». Una de las claves de su fuerza radica en que dicha doctrina se basa esencialmente en lo irracional. O incluso en la fe. En otras palabras, más que convencer al individuo, procura conmoverlo. Del amplio catálogo de catalizadores que los movimientos nacionalistas emplean para conseguirlo hay uno que destaca por encima del resto: el símbolo. Se trata de una poderosa herramienta que sirve, entre otras cosas, para condensar ideologías, marcar la identidad del grupo, despertar las emociones del receptor e invitarle a la acción. Por consiguiente, con el fin último de profundizar en el funcionamiento de los patriotismos, parece recomendable que la historia política también se ocupe de estudiar sus iconos y representaciones.
Eso es precisamente lo que se ha pretendido hacer con el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco, un amplio, riguroso y concienzudo análisis del universo simbólico de dicho movimiento desde sus orígenes hasta la actualidad. En él se disecciona el imaginario que comparte toda la cultura política abertzale (patriota vasca), así como los símbolos privativos de cada facción en que esta se divide (el PNV y el nacionalismo vasco radical), la genealogía de sus más importantes emblemas, sus modificaciones a lo largo del tiempo, la manipulación de la que han sido objeto, su instrumentalización política, etc.
Como se anuncia en el propio texto, nos encontramos ante una obra pionera en su género. Y, como tal, seguramente servirá de modelo para otras por venir centradas en distintos patriotismos. De igual manera, tal y como se reconoce en el estudio introductorio, Jesús Casquete tuvo la idea de desarrollar este monumental trabajo tras conocer otro similar, el Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo (Acantilado, Barcelona, 2003) de Rosa Sala Rose. A partir de entonces, y durante seis años, se puso en marcha un grupo de investigación de la Universidad del País Vasco formado por doce historiadores y científicos sociales coordinados por Santiago de Pablo, todos ellos expertos en la materia: el propio De Pablo, José Luis de la Granja, Ludger Mees, Jesús Casquete, Maitane Ostolaza, Leyre Arrieta, Coro Rubio, José María Tápiz, Virginia López de Maturana, Xosé Manoel Núñez Seixas, Iñaki Iriarte y Álvaro Baraibar.
Se trata, no cabe duda, de una obra coral harto ambiciosa. Por su originalidad y por el nivel de sus aportaciones, no hay duda de que el Diccionario está llamado a ser un libro de obligada referencia para los especialistas en la historia del abertzalismo. Además, no sufre de los defectos de los que habitualmente adolecen este tipo de manuales, ya que los autores han procurado hacer divulgación en el mejor sentido de la palabra. Así, aun con las inevitables diferencias entre unas y otras entradas, el Diccionario está escrito con amenidad, claridad y concisión. Está al alcance de cualquier lector, sin necesidad de que este tenga conocimientos previos sobre la cuestión. Por añadidura, tiene como objeto un tema de perenne actualidad, que sigue despertando el interés de la ciudadanía, ya sea por su eco mediático o porque algunos de los símbolos que aquí se estudian son omnipresentes en Euskadi (este mismo término, la ikurriña [la bandera bicrucífera], etc.), al habérselos transmitidos el PNV a la Comunidad Autónoma del País Vasco durante la Transición. En definitiva, este es un producto de calidad y atractivo. Y así lo ha valorado la editorial Tecnos, que publica el texto en una cuidadísima edición en la que abundan las ilustraciones a color.
En el Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco tienen cabida 53 voces, que se pueden consultar por separado, como capítulos independientes, ya que cada uno de estos textos es autónomo. Al mismo tiempo, todas las entradas remiten a otras, dando pie a un fascinante ejercicio de lectura múltiple. Cada voz tiene sus propias referencias, a las que hay que sumar una extensa bibliografía final que resultará muy útil a cualquier persona interesada en el pasado y el presente del nacionalismo vasco.
En este heterogéneo (pero coherente) conjunto podemos encontrar escudos y banderas (los de Navarra o la ikurriña), lugares de memoria (Guernica, Amaiur, Estella, Iparralde [el País Vasco francés], Sabin-Etxea, etc.), batallas (Arrigorriaga, Munguía o Roncesvalles), iconos (el roble o el arrano beltza [águila negra]), lemas como el aranista Jaun-Goikoa eta Lagi-Zarra (Dios y Ley Vieja o Fueros), fiestas y fechas conmemorativas (el Aberri Eguna [Día de la Patria Vasca], el Alderdi Eguna [Día del Partido], el Gudari Eguna [Día del Soldado Nacionalista Vasco], el 20 de noviembre o el 31 de julio), figuras históricas (el rey Sancho el Mayor de Navarra, San Ignacio de Loyola o el general Tomás de Zumalacárregui), políticos abertzales relevantes (Sabino Arana, Eli Gallastegui, José Antonio Aguirre, Manuel Irujo, Telesforo Monzón, etc.), dirigentes de ETA (Javier Etxebarrieta [Txabi] o José Miguel Beñaran [Argala]), canciones (Agur Jaunak o Eusko Gudariak), acontecimientos como el proceso de Burgos (1970) o incluso la (imaginada) némesis del movimiento nacionalista: España. También se presta atención a las mudanzas en la denominación del territorio vasco y a la pugna entre política y simbólica que todavía persiste entre distintos nombres: Vasconia, Provincias Vascongadas, País Vasco, Euskadi, Euskal Herria, etc.
Como asumen los propios autores, lo más discutible del Diccionario es la selección de las voces. Existe, como se ha dicho, una genérica (y muy sugestiva) entrada sobre España, pero, a mi juicio, y teniendo en cuenta su importancia para el imaginario abertzale, no hubiera estado de más un tratamiento específico sobre quienes han encarnado la crucial figura del enemigo de la causa patriótica. Entre estos contrasímbolos o símbolos negativos, que se han demostrado bastante eficaces para la facción extremista del nacionalismo vasco, podrían citarse a los maketos (inmigrantes), Madrid, las víctimas de ETA, las instituciones democráticas, la Guardia Civil, los partidos no nacionalistas, la lengua castellana, etc. También se echa de menos cierta atención a los políticos (abertzales heterodoxos o exabertzales) que han sido percibidos como traidores, el más destacado de los cuales fue Mario Onaindia. Para terminar, tampoco hubiera estado de más dedicar un mínimo espacio a Eduardo Moreno Bergaretxe (Pertur), figura emblemática de ETA político-militar y Euskadiko Ezkerra hasta 1982.
Ahora bien, estos reproches son tan discutibles como la propia opción que los autores han tomado, la cual sin duda ha sido largamente meditada, discutida y consensuada. De haber tenido que contentar las preferencias de sus más quisquillosos lectores, no estaríamos ante un Diccionario propiamente dicho, sino ante una enciclopedia. Este formato permitiría abarcar un abanico de símbolos más amplio, pero también habría impedido un análisis minucioso de los mismos, por lo que el presente libro habría perdido en profundidad, que es uno de sus puntos fuertes. Convengamos, por tanto, en que aquí se recogen los principales elementos del imaginario abertzale, los imprescindibles para comprender su pasado y su presente. En consecuencia, a partir de ahora resultará difícil escribir la historia de este movimiento sin bucear previamente en las páginas del magnífico Diccionario ilustrado de símbolos del nacionalismo vasco.
El mundo no gira en torno a Mario Onaindia.
Esquizofrenia:
Euskera Castellano Francés Sexo
GAIZKA Salvador SalvatorSauveur Masculino
Nombre propuesto en el Santoral publicado por Sabino Arana y Koldo (sic) Elizalde. En esta obra se dan dos equivalentes: Gaizka ´Cristo salvador´ y Salbatore, por el santo italiano. Su fiesta se celebra el 6 de agosto. Véase Salbatore.
Qué cansancio. Me recuerda a «Edurne» Uriarte.