«Derechos humanos» y el Pacto de Ajuria Enea

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Nada nuevo bajo la lluvia. Basta echar un vistazo a las fotografías de la manifestación de ayer para comprobar que no fue sino la enésima puesta en escena de la tan manida obra de siempre. Por supuesto, el nacionalismo vasco radical había organizado un acto muy visual y espectacular, que buscaba llamar la atención de la prensa. Ni siquiera el itinerario del desfile es inocente, ya que está estudiado para permitir a los reporteros gráficos situarse en puntos estratégicos desde los que sacar instantáneas de toda la marea humana que se había congregado en las calles de Bilbao. Hoy esas fotografías ocupan las páginas de los periódicos. A primera vista la manifestación impresiona, es cierto: esos paraguas de los familiares de los presos etarras marchando en ordenada formación militar encarnan lo que el propio Gara, con acierto, ha definido como “una ocupación del centro” de Bilbao. En mi caso, permítanme la ironía, me ha traído a la memoria cierta escena de la película “El libro de la selva”.

Se trata, sencillamente, de una repetición ritual con idénticos actores y libreto que los de anteriores ocasiones. “Derechos humanos, resolución, paz. Presos vascos a Euskal Herria”. Ni siquiera el lema es original. Por un lado, la libertad de los presos por delitos de terrorismo (o sea, por asesinar o ayudar a que otros asesinen, lo de “presos políticos” es un viejo eufemismo) continúa siendo una de las principales reivindicaciones del movimiento, que los considera héroes y «gudaris de la Resistencia» (así, literalmente, se los denominaba en las publicaciones de ETA de los años 60). Por otro lado, los ultranacionalistas, tras décadas de manipular el (tan odiado) idioma castellano o español, dando la vuelta al significado real de las palabras, han construido una auténtica “neolengua”, como en la novela 1984 de George Orwell. Por consiguiente, ni siquiera llama la atención que se apropien de términos como “Derechos humanos” o “paz”, conceptos que ETA y su entorno civil nunca han respetado. Lo insólito, lo que hubiera demostrado que el nacionalismo radical ha cambiado es que en el lema de la marcha hubiese sido “ETA disolución ya. Presos vascos a Euskal Herria”. Entonces sí que hubiera habido sitio para una razonable esperanza en la evolución de la autodenominada “izquierda abertzale” hacia posiciones cívicas y democráticas. Todavía no la hay.

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Que HB se desmarcara del terrorismo era precisamente lo que se buscaba hace 25 años. Aunque probablemente muchos de los que participaron en la manifestación de Bilbao lo ignoraran, ayer se cumplió el aniversario de un hecho crucial (este sí que fue original) en la historia reciente del País Vasco: la firma del Pacto de Ajuria Enea. A lo largo de 1987 ETA había asesinado a 52 personas: 21 de ellas en la masacre de Hipercor (Barcelona), en junio, y otras 11 en la de la casa-cuartel de Zaragoza en diciembre. Ambos atentados, ejemplos de terrorismo indiscriminado, tuvieron un enorme impacto en la clase política y propiciaron un acercamiento estratégico entre las distintas fuerzas democráticas. Su primer hito fue el acuerdo de Madrid (noviembre de 1987). Se trató de un precedente directo del “Acuerdo para la pacificación y normalización de Euskadi” o Pacto de Ajuria Enea firmado el 12 de enero de 1988, después de 110 días de negociaciones, por todos los partidos democráticos con representación en el Parlamento vasco (PNV, PSE, EA, EE, PP y CDS), al que posteriormente se unieron otros (EuE y EB).

El texto establecía taxativamente la ilegitimidad del terrorismo para fijar la agenda política, revalorizaba el Estatuto de Guernica y admitía la posibilidad de un final dialogado de la violencia, pero, como rezaba el documento, se haría “respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular”. Entonces, ¿de qué cabía hablar con ETA? De “las vías de reinserción” para los exterroristas. Poco más. Como colofón, se solicitaba al lehendakari (entonces José Antonio Ardanza, el verdadero artífice del acuerdo junto al secretario general de EE Kepa Aulestia) que continuase “liderando el proceso en aras de la total normalización del país”. De ahí surgió la llamada Mesa de Ajuria Enea, un organismo consultivo formado por los representantes de los partidos firmantes, que se reunían en aras de realizar análisis conjuntos y consensuar estrategias políticas.

Se trató de un punto de inflexión en la historia de Euskadi. Por fin, superando dicotomías identitarias y/o de clase, se constataba la existencia de dos bloques en la sociedad vasca, violentos y demócratas. De paso, el acuerdo fijaba que el problema era de convivencia entre los propios vascos (y, no, por tanto, un secular “conflicto” étnico con España) y terminaba con la ambigüedad de cierto sector del nacionalismo vasco respecto al terrorismo de ETA. El Pacto de Ajuria Enea ejerció de “paraguas” del incipiente movimiento pacifista vasco y legitimó a las fuerzas vascas no nacionalistas. También, bueno es recordarlo, dio pie a que se eliminara la legislación antiterrorista extraordinaria y se mejorara la actuación policial.

La unión de los demócratas frente a los violentos era una de las mayores amenazas a las que se había tenido que enfrentar ETA y su brazo político. Según un informe de HASI, se estaba asistiendo a “una potente ofensiva del enemigo, a su reagrupamiento y relanzamiento de sus baterías contra el MLNV”. ETA advirtió de que el acuerdo suponía “un peligroso deslizamiento hacia el enfrentamiento civil”. Desde luego, la banda terrorista se empeñó en que así sucediera. Ahora bien, el Pacto no naufragó por culpa del ultranacionalismo violento, sino de sus propios promotores, que fueron incapaces de gestionarlo de una manera eficaz y que, poco años después, tras la deriva radical del PNV y el Pacto de Estella (1998), abandonaron la distinción entre demócratas y violentos para abrazar la de nacionalistas contra no nacionalistas. Y allí fracasó, de nuevo, nuestra clase política y, por extensión, la sociedad vasca. Pero esa es otra historia que habrá tiempo de contar.

¿Hay relación entre la manifestación y la efeméride? Desde luego que sí. Ayer en El Correo Kepa Aulestia escribía  al respecto:

«Hoy un reguero de gente se adueñará de calles céntricas de Bilbao reclamando que se modifique la legislación penitenciaria para, en correspondencia al ‘cese definitivo’ de ETA, propiciar la aproximación y la excarcelación de sus presos. Independientemente del sentir de cada manifestante es obvio que la cita persigue exonerar colectivamente a los activistas de ETA a cuenta de su definitiva tregua. Eludir la asunción del daño causado y la compensación moral debida a la memoria de sus víctimas directas, desdeñar cada condena judicial y beneficiarse del doble proceso que convierte al victimario y a la víctima en anónimos sujeto y objeto de una tragedia pretendidamente compartida con el mismo dolor. Veinticinco años después el ‘espíritu de Ajuria Enea’ no alcanza a dar luz para desbrozar la maraña de valores y contravalores en juego. Sencillamente porque hace veinticinco años los firmantes del pacto no fuimos conscientes de los vericuetos por los que la violencia como ideología trataría de perpetuarse».

7 comentarios

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7 Respuestas a “«Derechos humanos» y el Pacto de Ajuria Enea

  1. jouses el rojo

    Me ha gustado mucho el extenso e interesante disertacion. Me ha ayudado a aclarar diversas dudas.
    Lo que no se lo que es MLNV.
    Que bien escribes. Me gusta tu blog.

  2. Javier Jabo

    Eufemismos los hay en los dos nacionalismos, el españolista y el vasco. Por ejemplo, la distinción entre los (autodenominados) «democratas» y los violentos… A ver si alguien se anima a criticar a ambos. A ver si el dialogo racional y la honestidad intelectual van poniendo las cosas en su sitio. En fin. Salud.

  3. Txato

    Muy buen articulo, pero creo que es un problema de ellos y solo ellos lo deben de solucionar. A nosotros solo nos toca aguantar otro año unos titulares de prensa. No hay nada nuevo.

  4. Hirutruku

    Hola!

    He leído tus artículos y me ha llamado mucho la atención tu fijación con el euskera:

    Por un lado en “Joanlduna y el discurso de la diferencia” dices que uno de los criterios de exclusión que el nacionalismo vasco ha establecido a lo largo de la historia ha sido la lengua. Concretamente dices que el nacionalismo vasco ha establecido que vasco es el euskaldun, el vascoparlante. Sinceramente creo que estás totalmente equivocado: Si el nacionalismo vasco hubiera establecido que vasco es exclusivamente el euskaldun, estaría afirmando que al menos el 30% de los habitantes de la CAV y el 80% de los navarros no son vascos (eso sin contar a los vasco franceses). Y el nacionalismo vasco en su conjunto (ya que has generalizado, hablemos del nacionalismo vasco en general) jamás ha afirmado semejante barbaridad.

    Lo que el nacionalismo vasco sí ha hecho a lo largo de su historia, es debatir sobre la amplitud o restricción del término euskaldun. Esto es ¿Es euskaldun exclusivamente el que sabe euskera (literalmente “euskaldun” significa “euskera dun”, o dicho en castellano “el que sabe euskera”)? ¿O se puede considerar que todos los vascos son euskaldunes independientemente de que sepan euskera? Seguramente para alguien que no sabe hablar euskera el debate es muy tonto: “vasco = euskaldun” y punto. Pero a mí personalmente, siendo el euskera mi lengua materna, me resulta imposible llamar “euskaldun” a uno que no lo sabe. Y esto es así porque cuando digo la palabra “euskaldun” conozco su significado (“euskera dun”). Iñaki Anasagasti, Julen Guerrero, Iñaki Azkuna… todos son muy vascos, pero no son euskaldunes. En cambio Carlos Iturgaiz o Laura Garrido son vascos euskaldunes.

    Por otro lado en este post dices que los ultranacionalistas odian el castellano. Yo no sé lo que puedan sentir “los ultranacionalistas”, porque no me considero uno de ellos. Lo que sí afirmo es que en este país convivimos bilingües y monolingües, y si hay convivencia es gracias a los bilingües, que hablamos las lenguas mayoritarias de cada zona (castellano y euskera en la CAV y Navarra, francés y euskera en el País Vasco francés). El único que no aporta nada a la convivencia en la sociedad vasca es el monolingüe.

    Creo que deberías reflexionar más antes de escribir sobre el euskera.

    • Jon

      Ostia tú, para no sentirte ultranacionalista decir que «el único que no aporta nada a la convivencia en la sociedad vasca es el monolingüe»…vamos, que lo disimulas bastante mal. Perdón por ser maketo y tal. Otros indicadores manejaría yo para valorar si la convivencia es buena o mala.

  5. Hirutruku

    Hola Jon,

    Quizá no me expliqué bien: Cuando escribí convivencia me refería a la convivencia lingüística, ya que todo mi comentario trataba sobre la lengua.

    A partir de ahí me reafirmo en lo que dije: El monolingüe no aporta nada a la convivencia lingüística en la sociedad vasca. Si todos los vascos fuésemos monolingües (monolingües franceses, castellanos o euskaldunes), coexistiríamos entre nosotros, pero no conviviríamos. Y si te fijas un poco más utilicé la palabra “aportar” (en positivo), ya que creo que es fundamental que todos sumemos esfuerzos para poder convivir.

    El comentario sobre los maquetos tú sabrás porque lo has hecho, yo no lo entiendo. Según la RAE “maqueto” es: «Inmigrante que procede de otra región española y no conoce ni habla vascuence». Que yo sepa hay muchos vascos que son de aquí, con todos los antepasados vascos y que son monolingües: Iñaki Azkuna, el padre de Jon Idígoras, Retegí II… (me resultaría mucho más fácil poner ejemplos de mi entorno más cercano, como mi abuela).

    Gracias por lo de ultranacionalista. Después de sacar a pasear la palabra “maqueto” solo te faltaba llamarme nazi.

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